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sábado, 11 de mayo de 2013

Dulce de leche casero

El dulce de leche, como su propio nombre indica, es un dulce, que proviene de América Latina, donde se conoce con varios nombres más, de los cuales no me quiero acordar.

Es una especie de pasta bastante densa, de un color marrón avellana, muuuuuyyyyy dulce y muuuuuuuuyyy poco light. Perfecto para quienes deseen conservar, mantener e incluso aumentar su belleza artística.



Comerlo a palo seco es un poco difícil, aunque no imposible, pero normalmente se usa en (pequeñas) cantidades en otros postres (para rellenar crepes o cupcakes, como quiere hacer mi amiga, o para ponérselo a las tortitas, por ejemplo) o en helados.

El dulce de leche de repostería se puede comprar en casi cualquier supermercado, pero con esta receta se puede hacer fácilmente en casa.

Necesario:
- Una lata de leche condensada.
- Unca cacerola profunda (preferiblemente, una con tapa)
- Agua

Poner la cacerola con la lata de leche condensada dentro, de pie, sin abrir, cubierta totalmente con agua, y llevarla a ebullición con fuego fuerte. Cuando ya esté hirviendo, bajarle el fuego hasta la mitad.
Cuando haya estado hirviendo una hora, darle la vuelta a la lata (cuidado con las quemaduras).
Una vez haya pasado otra hora, volver a darle la vuelta a la lata (misma recomendación).
Dejad que el agua hierva durante otra hora.
 Durante todo este proceso, es preferible que la cacerola esté tapada. Si la cacerola no tiene en algún momento suficiente agua para cubrir la lata de leche, añadid más agua.
Acordáos de bajar el fuego nada más empiece a hervir el agua. Esto es importante, porque la lata puede estallar si no lo hacéis. Y estalla, creedme.
En total, puede estar alrededor de tres horas en la cacerola. No pasa nada si se deja un poco más o menos de ese tiempo.
Después, hay que dejarlo enfriar a temperatura ambiente (nada de frigorífico o congelador) antes de abrir la lata y sacar el dulce, y esto sí puede tardar bastante. 

Recomiendo no comerlo si está aún caliente, pues puede tener consecuencias gastrointestinales indeseadas.

El resultado es un dulce de leche bastante más rico que el comprado, básicamente porque el orgullo de haberlo hecho uno mismo, añade mucho valor al plato en sí. 
Pero por ser casero, no se le va a poder aplicar lo típico que se dice de las comigas hechas en casa. Va a seguir teniendo muuuuucha azúcar y bastaaaaaante grasa. Igual que el comprado.

Que lo disfrutéis mucho.

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